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La historia de la masturbación en mi vida

El primer recuerdo que viene a mi mente cada que pienso en como la masturbación llegó a mi es a la edad de cinco años, recuerdo mucho que me escondí detrás de una puerta y empecé a acariciar mis senos y a cruzar mis piernas, me encantaba el roce de ellas, lo que no comprendo aún de este asunto es porque mi necesidad de esconderme, aunque en ese momento el concepto de masturbación no estaba implícito y tampoco el de deseo, de algo estaba segura y era que aunque me gustaba mucho, algo en mi sabía que era prohibido y por eso me escondía, en esa época pasaban por televisión novelas en donde lo más erótico era un simple beso, que por supuesto me alborotaba las ganas, a la edad de seis años tuve mi primer novio, un niño tierno, consentidor, celoso en medio de todo con quien una noche tras ver varias escenas de novelas que ya habían cambiado la temática dejaban ver mucho más y entre ello la pasión de un beso y las caricias que conllevan, así que yo, lo admito, la inocente Caprice, le digo a mis padres que si puedo salir al corredor de la casa a jugar con él, me dicen que sí y salgo con él, recuerdo mucho que en el corredor había una mesa y todo estaba oscuro así que nos metimos debajo de la mesa y nos besamos , nos quitamos las camisetas, fue una cosa loca pero excitante para mi corta edad que no duro mucho porque mis padres salieron a buscarnos y nos preguntaron qué porque estábamos a oscuras, no se preocupen siempre tenía respuestas para todo y la mía era que estábamos jugando a las escondidas, aún me pregunto si mis padres me creían.


A los siete años cambiamos de casa, las situaciones económicas eran difíciles, papá enfermo y casi lo perdemos, lloraba mucho y lo único que calmaba esas tristezas era el poder masturbarme, aunque a decir verdad ese concepto lo entendí a los catorce años, recuerdo mucho que tenía revistas de chicas en vestido de baño y yo imaginaba que tenían besos y caricias fuertes, en ese año conocí un niño, aclaro antes de que lo piensen, no era mi novio, tenía mi misma edad y el mismo gusto que yo por la masturbación así que tanto él y yo imaginábamos lo mismo con las revistas, besos entre chicas y hombres, pero aun así el desconocimiento de la palabra pene y vagina era un gran limitante, solo tenía idea de lo que se encontraba en mi ser pero no sabía lo que tenía el otro hasta que un día en mi casa un niño salió corriendo desnudo en el primer piso, yo estaba en el segundo mirando por la ventana y lo vi, vi algo que revoloteaba mientras corría y pensé ahhhhh es distinto a mí, jamás hable con mis padres de ello.


Cumplí diez años y mis tías empezaron a cuidarme, en esa época el libro más erótico que tenían era Juventud en éxtasis uno y dos, productora de mis mejores corridas y la revista enter que en la parte de atrás tenía unas imágenes muy diminutas de escenas porno, hagan de cuenta 1cm de imagen, tuve que arreglármelas porque cada vez el cuerpo me pedía más efecto visual para placer hasta que un día, a los doce saliendo a la calle llega sobre mis pies un sobre de un cd y era de películas porno, no se imaginan el regalo tan grande, algo más explícito, lo guarde debajo de mi cama y todas las noches disfrutaba verlo y tocarme.

Un día decidí leerme otro libro, “tratado de sexo” que encontré en la biblioteca de mi tía, en ese lugar que no alcanzas cuando eres pequeño pero que cuando se alargan tus piernas y brazos ya es de fácil acceso, lo sacaba cuando no había nadie en casa, lo leí completo, me deleite con las imágenes hasta que a la edad de catorce llegue al capítulo de masturbación, entendí lo que pasaba en mi cuerpo, hoy a la edad de veintiséis años todavía no me explico el porque me escondía detrás de las puertas sino sabía lo que hacía.

A los catorce entendí porque debía esconderme y es que la masturbación no es bien vista desde diversas perspectivas y menos la religiosa, a la edad de quince años le digo a mis padres que quiero quedarme en casa, había conseguido un trabajo y no quería ir donde mis tías, siempre salía a las doce y treinta de la escuela, llegaba me cambiaba el uniforme, calentaba mi almuerzo y las dos entraba a trabajar hasta las cinco pm, en esa hora y media que tenía libre jugaba con muñecos, que linda Caprice decía papá, aun juega con muñecos, lo que no se imaginaba era que yo jugaba con mis muñecos y simulaba que tenían sexo mientras rozaba mis piernas, una manera de vivir mejor el porno jajajaja yo era la directora.


Mamá hace unos meses en charla con mis hermanos dice que cierta vez en el jardín cuando tenía tres años la directora la llamo porque yo estaba encima de un niño simulando una relación sexual, eso significa que quizás empecé mucho antes en mis andanzas.


Hoy en día masturbarme es más sencillo, solo digo “por favor no entren me voy a masturbar y veré porno un rato”, nadie me molesta y disfruto de mi cuerpo de manera libre y sin esconderme, en la Universidad a veces me piden mi celular y lo único que les digo es si entran al navegador…ellos responden si Caprice veremos porno eso ya es normal para nosotros…ups


"Qué las únicas cadenas que tengas en la vida sean aquellas que te dejen sin palabras y te llenen de gemidos"




A manera personal y sin herir susceptibilidades porque es mi sentir como mujer, creo que aquellas y aquellos que no se masturban o no disfrutan de su cuerpo difícilmente pueden ser complacidas o complacidos por su pareja porque no sabrán en verdad lo que desean, puede que suceda, puede que no, es un sentir, pero creo que la masturbación femenina y masculina presentada desde cualquier etapa de la vida es necesaria para el reconocimiento del cuerpo, así que descolonicemos las vaginas y los penes, sintámoslos propios y no como un instrumento de placer que está solamente en función del otro, creo que el sexo tienes que vivirlo y disfrutarlo tú mismo, un yo con yo, para después poder disfrutarlo en compañía.


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